Farmacia de Alonso Luengo, en León. Foto de Jordiasturies.

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domingo, 7 de agosto de 2011

Indignados... pero aún no lo bastante desesperados

Foto: M.G. Castro, en Público

Veo por enésima vez la ocupación de Puerta del Sol de Madrid por los para mí mal llamados "indignados" y me sorprendo al ver que ya no me afecta. Ni para bien ni para mal. Por supuesto, sí que me saca de mis casillas la reacción demasiada veces desmesurada de las fuerzas del orden para desalojar a un grupo de gente desarmada... pero más allá de este sentimiento primario y, espero, lógicamente racional, la cosa no va mucho más allá.


Digo que no se les debería llamar a estos okupas callejeros "indignados".
Y pienso así porque sus motivaciones van más allá de una simple indignación. No es indignación lo que lleva a salir a la calle a un grupo de jóvenes conscientes de que su futuro es muy negro, o a otro grupo de individuos de mediana edad expulsados de toda posibilidad de tener un trabajo, sin perspectivas esperanzadoras para ellos y sus familias. No, no basta la indignación para llegar a estas medidas. Es la desesperación, el saber que el sistema les está desheredando, les está privando de ayuda y sustento. Y con la desesperación llega la sensación de ir de perdidos al río, de qué ya da igual todo. Da igual pasar las noches al pairo, da igual jugársela a la incomprensión de los comerciantes que dicen que les perjudicas, da igual arriesgarse a que te desgracien el rostro o las piernas de un porrazo. Es lo que tiene el no tener nada más que perder excepto la integridad física.

Por eso digo que el apelativo que mejor les pinta es el de "desesperados" y no el de "indignados". Y por eso creo que no me afecta ya como antes su valiente propuesta, y por eso he pasado del esperanzado apoyo al apoyo indiferente. Porque servidor, como la mayoría de los españoles, como la mayoría de los habitantes del mundo occidental, puede estar indignado con sus gobernantes y políticos, pero aún no está lo bastante desesperado. La mayoría de nosotros aún nos aferramos a lo que tenemos, aunque cada vez sea menos. Y como queremos conservar ese poco que tenemos y, si es posible, recuperar lo perdido, aún creemos en el sistema y queremos reformarlo desde dentro.

Unos llevan su indignación a pretender un mero cambio de cromos, a pensar que votando al rival con tal de que el que consideran culpable de sus males no se mantenga en el poder todo se solucionará solito. Otros canalizan (canalizamos) la indignación abandonando toda esperanza (como si estuviéramos a la puerta del infierno de Dante) en todo aquello en lo que confiábamos y votando a otras alternativas, o cayendo en el aburguesamiento de la indiferencia total, del voto en blanco, a opciones minoritarias o la abstención.

Pero son todas ellas opciones de verdaderos enfadados, de "indignados". No de desesperados. Creemos que las cosas irían mejor con un cambio, pero dentro del sistema. Por eso muchos pidieron (pedimos) a los desesperados del 15-M que articularan sus propuestas a través de algún partido político, preferiblemente de nueva creación, con gente nueva, no contaminada por las maldades de la clase política actual.

Sin embargo, por esa misma razón los desesperados han dado largas a tal deseo: no confían en el sistema que les ha llevado a no tener nada y no ceden ante los cantos de sirena de los que les pedimos que articulen nuestro enfado, nuestra indignación. Y de ahí puede entenderse la indiferencia creciente -rabia provocada por la acción policial aparte- que sentimos ante las acampadas de los del 15-M. Porque ya no los vemos como parte de los nuestros. Nosotros sólo estamos indignados. A ellos les mueve la desesperación más absoluta.

Y por eso la hiperbólicamente llamada "Spanish revolution" está condenada al fracaso. Al menos por ahora, un momento en que seguimos siendo mayoría los indignados-pero-aún-no-lo-bastante-desesperados. Porque la mayoría aún tenemos algo que queremos conservar. Aún no hemos llegado al status de "cuando no tienes nada, no tienes nada que perder".

Pero que se anden con cuidado los gobernantes y sus acólitos opositores políticos. Porque con la creciente política de recortes en sueldos, abaratamiento de despidos, presión al funcionariado, rescate de banca insolvente, pérdida de prestaciones en sanidad, educación, etc. que parecen ser su única solución a la triste crisis en la que nos han metido, llegará el día en que los "desesperados" sean mayoría. Entonces ya estaremos hablando de cosas más serias.

Y lo triste será que hubiera habido que llegar a la desesperación de todos para ponerse a cambiar las cosas.

¡Salud!

2 comentarios:

Wembley dijo...

Muy buenas, ¿se puede?

Hay que diferenciar, aunque sea ciertamente difícil, el movimiento 15-M de la organización DRY, ésta más cohesionada y con objetivos y propuestas menos difusos.

No creo que se vaya a estructurar como partido político, sino que su funcionamiento es el de un grupo de presión socio político.

Y habrá constantes momentos de actuación de aquí en adelante porque las medidas sociales y económicas que se adoptan, que hacen perder poder adquisitivo al 80% de la población y hunden la demanda interna, seguirán provocando situaciones de empeoramiento, y recuperar el terreno perdido va a ser muy difícil.

Como ves, optimismo por todos lados, pero no hay que dejar de actuar, porque como dijo aquél, me puedo apretar el cinturón, pero bajarme los pantalones a la vez como que no.

jordiasturies dijo...

Por supuesto que se puede, Mr Wembley... la puerta de mis blogs está permanente abierta para usted.

El problema de los "grupos de presión" es que la gente se acaba acostumbrando a ellos y al final no presionan gran cosa. Porque, como digo en el post, la mayoría de la gente que quiere un cambio aún cree en el sistema y desea que tal cambio se haga desde dentro de él.

Otra cosa será que, como usté dice, con los recortes que se avecinan, el número de indignados decrezca en favor del número de desesperados... entonces ya veremos.